Los sistemas complejos tienen ciertas características. Son:
Interactivos (adaptativos): responden a los cambios y estímulos en su entorno de la mejor manera posible para mantener su funcionamiento.
Por ejemplo el cuerpo humano trata de mantener su temperatura cerca de los 36,7℃ mediante cambios en nuestro comportamiento y nuestra fisiología. Si la temperatura baja, nos cubrimos y/o buscamos entornos más cálidos, o usamos energía para calentar el cuerpo (nuestros músculos tiritan). Si sube, buscamos lugares frescos y comienzan a operar mecanismos de transpiración.
No lineales: los cambios en el sistema no tienen porqué ser proporcionales a los cambios o estímulos; dentro de cierto rango operativo se observarán pocos cambios (homeostasis), mientras que si esos rangos son sobrepasados se pueden disparar modificaciones sustanciales con cambios externos mucho menores.
Por ejemplo, la temperatura exterior puede subir o bajar mucho, pero mientras nuestro cuerpo esté entre los 35 y 39℃, no habrá mayores cambios. Si esos límites se sobrepasan, comienza a haber disfunción de sistemas que puede culminar en la muerte.
De límites difusos: los límites entre los sistemas y su entorno son menos claros de lo que parece a primera vista debido a la interacción y el intercambio constante de materia, energía e información.
Por ejemplo, si preguntamos por los límites de lo que llamamos “yo”, casi todo el mundo responde que es nuestra piel. Sin embargo, si la piel es el límite, ¿podemos vivir sin el oxígeno que nos rodea? ¿Y qué pasa cuando cambia la temperatura? ¿La ropa es parte de nosotros? Y el oxígeno que hace segundos estaba afuera y ahora es parte de nuestro cuerpo, ¿es “yo” o no? ¿Y una manzana, antes y justo luego de comerla? ¿Y 3 días más tarde?
Compuestos por múltiples niveles anidados: un sistema está compuesto por partes llamados holones (del griego, holos -entero- y on -parte- a la vez) que se integran interactuando con ciertas reglas. Cada uno de esos holones es a su vez un sistema.
Por ejemplo, lo que identificamos como nosotros (una persona) no existiría tal cual es ahora si no tuviera (hacia adentro o abajo) un sistema circulatorio, respiratorio, digestivo, nervioso, etc. que interactúan coordinadamente. A su vez, cada uno de esos son sistemas compuestos por tejidos organizados con cierta estructura y función. Esos tejidos están compuestos por determinados tipos celulares. En nuestros sistemas hay incluso otros seres vivos, como la flora y fauna intestinal, que son parte de nuestro funcionamiento normal. A su vez (hacia afuera o arriba), cada uno de nosotros es parte de una sociedad (un nuevo nivel), que junto con otras especies conformamos ecosistemas, etc.
Con propiedades emergentes en cada nivel: cada nivel tiene funciones o características que no están presentes en los holones que los componen sino que surgen de su interacción.
Los agentes del nivel inferior son modificados por las propiedades emergentes: sabemos que existe un sistema funcionando cuando las propiedades emergentes «vuelven», es decir, los holones que lo componen son modificados por las propiedades del nivel superior.
Por ejemplo, ningún humano puede volar, no importa cuánto sacudamos nuestros brazos. Tampoco podemos volar si muchos humanos batimos nuestros brazos al mismo tiempo, no importa cuántos seamos. Pero si ciertos humanos con ciertos conocimientos interactúan de ciertas maneras, podemos fabricar globos, planeadores, paracaídas y aviones. Entonces, la humanidad puede volar. Pero el hecho de que la humanidad pueda volar, ahora hace que cualquier humano pueda hacerlo (claro está, si puede pagar el viaje, que es otro tema).
Viven y se desarrollan entre el orden y el caos: demasiado orden y el sistema no se puede adaptar al cambio de su ambiente; demasiado caos y no hay ningún sistema identificable en el tiempo.
Los sistemas complejos no se ensamblan, se desarrollan.
Disminuyen su entropía interna: [no sé si ponerlo acá, aunque es importante…]. Viene de la hipótesis de Gaia.